La educación constituye una herramienta clave de transformación que nos permite reflexionar y darnos cuenta de porqué hacemos las cosas, paso previo y necesario para que podamos posteriormente modificarlas. En este sentido, la educación para la movilidad segura debe preferentemente estar dirigida a que las personas aumenten su percepción del riesgo, ya que éste es el primer eslabón, quizás el más importante, en la cadena de la prevención. No cabe duda que la mejor manera de minimizar las consecuencias de los accidentes es “no tener accidentes”, y que esto está en mano de todos y cada uno de nosotros. El desarrollo de la educación para la movilidad segura, entendida como estrategia para disminuir los accidentes de tráfico y su gravedad, corresponde a todos los ámbitos donde haya un colectivo con riesgo de accidentalidad, sea en el tiempo libre, en el trabajo o en los centros educativos.
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